Hoy las pantallas están en todas partes: televisión, celular, tablet, incluso juguetes con pantallas. Y si bien pueden parecer una solución práctica para entretener al niño o enseñarle palabras, cuando se trata del desarrollo del lenguaje, las pantallas no son aliadas… especialmente en niños que están hablando más tarde de lo esperado.
🧠 El lenguaje no se aprende mirando, se aprende interactuando
Los niños aprenden a hablar mirando bocas reales, escuchando palabras dirigidas a ellos, participando en turnos comunicativos. El lenguaje se construye en la relación, no en la observación pasiva.
Cuando un niño pasa mucho tiempo frente a pantallas:
- Reduce el tiempo que podría estar interactuando con un adulto.
- Recibe estímulos muy rápidos que no se adaptan a su ritmo.
- No tiene espacio para practicar turnos, gestos o respuestas.
Esto no significa que las pantallas estén prohibidas, sino que su uso debe ser muy limitado y siempre acompañado por un adulto.
📱 ¿Y si el contenido es educativo?
Incluso los videos “educativos” no generan el mismo impacto que una persona hablando con el niño. No responden a sus intentos, no adaptan el lenguaje, ni estimulan el vínculo. El aprendizaje más efectivo ocurre cuando hay respuesta emocional, contacto visual y turnos compartidos.
👩👦 ¿Qué recomendamos desde la fonoaudiología?
- Para menores de 2 años: evitar pantallas en lo posible.
- Si hay exposición, que sea muy breve (menos de 30 minutos al día) y con acompañamiento adulto.
- Priorizar siempre las interacciones reales: leer cuentos, jugar, cantar, conversar.
- Evaluar el contexto: ¿se usan para calmar, para evitar berrinches, para comer? Podemos trabajar alternativas más sanas.
💬 ¿Y si ya está acostumbrado a las pantallas?
No te culpes. Podemos hacer cambios graduales. En mi asesoría te ayudo a:
- Establecer límites sanos sin conflictos.
- Encontrar alternativas reales según tu rutina.
- Reemplazar tiempo de pantalla por tiempo de calidad que favorezca el lenguaje.
🌱 Más juego, menos pantalla
No es una guerra contra la tecnología. Es una invitación a recuperar el vínculo como camino natural hacia el lenguaje. Porque nada estimula más que una mamá o papá que juega, canta, mira a los ojos y responde con amor.