Una frase muy común en consulta es: “Mi hijo no habla mucho, pero entiende todo”. Y aunque esto suele sonar tranquilizador, la comprensión por sí sola no basta: es solo una parte del desarrollo del lenguaje.
La comprensión del lenguaje se refiere a la capacidad de entender palabras, frases, gestos, y lo que las otras personas comunican. Es la base sobre la cual se construye la expresión. Por eso, cuando un niño comprende bien, estamos ante un punto de partida valioso… pero no definitivo.
Desde la fonoaudiología, evaluamos si esa comprensión es adecuada para su edad. Por ejemplo, un niño de 2 años debería ser capaz de:
- Responder a su nombre.
- Seguir instrucciones simples como “dame la pelota” o “guarda el juguete”.
- Señalar objetos o partes del cuerpo cuando se las nombran.
- Entender gestos cotidianos como “ven acá” o “chau”.
Si un niño parece comprender, pero solo cuando hay rutinas o pistas visuales (por ejemplo, si entiende “a comer” solo cuando ve la silla), puede que la comprensión no esté tan sólida como parece.
Otra clave es la intención comunicativa. Algunos niños entienden palabras pero no intentan comunicarse: no señalan, no miran, no se frustran si no los entienden. Esto puede indicar dificultades más profundas que requieren evaluación.
En cambio, si la comprensión está bien y el niño intenta comunicarse con gestos, sonidos o miradas, puede tratarse de un retraso expresivo simple, más fácil de abordar con estimulación adecuada.
En resumen: comprender es importante, pero hablar también lo es. Ambos aspectos deben avanzar en conjunto. Y si notas que la comprensión no es tan sólida como pensabas, o si no hay avance en la expresión, no dudes en buscar orientación profesional.